El cine comercial explora una gran variedad de géneros, como espectadores podemos elegir qué es lo que queremos ver, en el caso de las películas de arte o que han sido premiadas en diferentes festivales no tienen la difusión ni tampoco la promoción que deberían para llegar a competir con aquellos éxitos de taquilla.
Algunas de las características que presenta el cine de arte actual es el manejo de temáticas variadas como son el conflicto de valores, la pérdida de la identidad, la pérdida de la moral en busca de un beneficio propio aunque este sea ilícito, la cancelación del individuo en si mismo así mismo o el fastidio y el vacío que está presente a cada momento en el mundo moderno.
Pero ¿qué pasa si exploramos esto en una idea que nos remita al pasado contándonos la historia de su personaje central? The Northman explora en sí misma algo mucho más allá de lo anterior.
¿De qué va la película?
Amleth (Alexander Skarsgård) es un príncipe nórdico al que el destino le tiene preparado algo diferente, tras el asesinato de su padre el Rey Aurvandill War-Raven (Ethan Hawke), emprenderá una búsqueda y hará todo lo posible por tener su venganza y recuperar todo aquello que le ha sido robado, en el proceso entenderá el valor de ser un guerrero.
Las historias sobre vikingos es algo que fascina a muchos, ya sea por sus personajes o por todo aquello que se va formando al rededor de todo esto, sus armas, sus costumbres, su fuerza, todo esto forma parte ya de un colectivo cultural en donde la posibilidad de llevar o de adaptar una de estas miles de historias a la pantalla grande o chica representante todo un reto.
Describir a The Northman como la película comercial y accesible es igualmente difícil, el director Robert Eggers (The Witch, The Lighthouse) logra llevar esta cinta a cuestas en una era en donde el cine de aventuras es de lo más popular por la audiencia que asiste a las salas de cine o bien que selecciona este género en las diferentes plataformas de srteaming, no es una cinta sencilla ni tampoco aborda a la ligera su tema central como espectadores nos exige que deconstruyamos los valores patriarcales autoritarios que ya conocemos, nos exige que veamos y entendamos que el heroísmo masculino que vemos aquí es tóxico y violento a un grado de locura, en donde la venganza es una exagerada y retorcida devoción por el honor familiar, lo que significa el peso de la sangre y por supuesto el poder que da una corona.
Los trabajos anteriores de este cineasta aborda las alucinaciones puritanas y mundanas de sus personajes con relación al entorno de una manera cruda y creíble dentro de sus propias reglas macabras y de locura que se va alimentando de situaciones poco convencionales que van del horror a la violencia gráficamente extrema; al tratarse aquí de una historia que involucra la mitología antigua esperaríamos ver algo muy diferente, la atmósfera y su estética son más elegantes y emocionalmente más amplias, representadas de una manera creíble que de inmediato nos remite a esos tiempos de barbarie en una tierra casi sin ley en donde nos pone hombro a hombro con un príncipe guerrero vikingo enfurecido que busca venganza por un crímen y recuperar su reino perdido en Escandinavia.
El guión escrito por Sjón (LAMB) y el mismo Eggers no propone nada nuevo, esto es una adaptación de la tragedia de Hamlet, príncipe de Dinamarca escrita por William Shakespeare tomando como base una familia arruinada por la traición que tiene esta carga emocional y ancestral de otros reyes y de como aborda la venganza y respeta esa tradición oral que llegó desde Noruega a Islandia y que pasó por Dinamarca y llegó finalmente a Inglaterra y fue moldeada y adaptada para una obra literaria, esta historia es muy flexible y ya lo vimos antes descaradamente en The Lion King (1994) película animada de los estudios Disney, en 2 versiones del género de superhéroes como Aquaman (2018) y en Black Panther (2018) en donde toma como base 3 elementos, vengar a su padre, rescatar a su madre y desenmascarar al asesino.
Sin embargo, aquí no tenemos ese típico camino del héroe, no hay un elegante miembro de la realeza que ante una situación que le da un giro de 180° a su vida se enfrenta primero así mismo para descubrir quién es en realidad, como en Thor (2011), Amleth se ubica en una era diferente y más dura es o matar o ser asesinado, una realidad que se cuenta como su regla lo indica en 3 actos en donde vemos al niño, después al hombre, al guerrero y por último a ese soberano que ha logrado salir avante, lo que hace que The Northman tenga su propio lugar y personalidad es la manera en la que se aborda, su narrativa es sumamente dinámica lo que no permite que en ningún momento caigamos en el tedio o en el aburrimiento, desde un principio sabemos y relacionamos los hechos y más aún, sabemos cuál será su final.
En el mundo que se crea en The Northman hay violencia extrema, cada personaje está estructurado y diseñado para ser como un animal que ocupa una apariencia humana, la única obligación que tiene su protagonista es vengar al padre, defender a la madre y recuperar su reino, enfrentar la traición de su tío el y ambicioso Fjölnir The Brotherless (Claes Bang) quien por supuesto trae la tragedia a la vida Amleth al matar a su padre obligándolo a huir lejos de su casa, en donde se convierte en un guerrero que será capaz de lo que sea para tratar rectificar el honor de su familia y de sus padres, que están demasiado idealizados por el hijo sin saber sus secretos, sin saber que hacer al enterarse de cosas que no sabía, ¿los padres cuentan todo a sus hijos? no, aquí no.
El diseño de producción podría verse sencillo y hasta simple pero, lo que aborda de manera fidedigna al recrear el siglo X es una locura, desde la ropa, los tallados en las paredes, las viviendas, los utensilios, el lenguaje, su forma de vida, la manera de trabajar el campo, el entrenamiento como guerreros y hasta su alimentación, entendemos por qué todos estaban mamados y con esos cuerpos, la fotografía es espectacular desde los interiores hasta los campos abiertos, todos estos detalles no solo ayudan a su trama y a la narrativa son en concreto un personaje al que vemos constantemente, lo que queda en pantalla supera las expectativas audiovisuales de cualquiera, la analogía es que esta película está hecha para verse en cine, para apreciar de todo a todo su belleza porque este tipo de trabajos ya no se hacen, es más fácil caer en el CGI que nos engañe la pupila, aquí hay esfuerzo por parte de todos porque son ellos los que entienden que están haciendo cine y uno de muy alta calidad.
Al estar ante un blockbuster de arte no le exime de tener fallos y uno es cuando busca desesperadamente tener profundidad, este componente no está tan bien logrado como se esperaría permanece dentro de sus mismos límites y trata de cumplir con la regla del género de acción sin subvertirlas, los falsos finales que pretenden alcanzar un plano poético y hasta heroico, el enfrentamiento entre Fjölnir y Amleth en un volcán tiene un impacto muy endeble que rompe con lo anterior y hace un pobre homenaje a lo que vimos en Star Wars: Episode III Revenge of the Sith (2005) de hecho, es algo que se siente anti-climático, la escena pretende explicar las formas en que el viaje de un héroe llega a su fin, la expectativa de cumplir su destino sin importar las consecuencias, lleva muy poca carga emocional.
Esta historia vikinga funciona muy bien cuando se consideran sus partes y se ubica en su propio contexto sin embargo, todo está tan singularmente calibrado para un fin determinado peca de ser tan cuidadosa en cada momento, no no no que no se mueva, no no no que se mantenga como está, cuiden los ángulos de la cámara, pongan eso aquí y lo otro allá, estos elementos parecen como una coreografía en donde solo los personajes elegidos pueden interactuar.
El elenco es igualmente espectacular, Alexander Skarsgård, Nicole Kidman, Ethan Hawke, Anya Taylor-Joy, Claes Bang, Björk y Willem Dafoe saben que lo que están haciendo es cine, es de reconocer que Eggers sabe aprovechar muy bien el talento de sus actores, que obtiene de ellos justo lo que necesita porque cada uno de ellos posee ese talento necesario para un trabajo de este nivel.
La música compuesta por Robin Carolan y Sebastian Gainsborough es simplemente espectacular, perdón a todos ustedes si me leo repetitivo pero así es, aquí no hay elementos digitales todo es puramente orquestal y toma esas piezas tradicionales y las transforma en algo nuevo que cumple más allá con lo que se necesita, en este caso sucede algo curioso hay cintas en las que la partitura puede escucharse aparte aquí no se aplica, no puede ser un ejercicio audiovisual sin ambas partes.
En conclusión, The Northman es de ese tipo de películas que nos recuerdan a grandes producciones de antaño como The Ten Commandments (1956) o Ben-Hur (1959) que fueron hechas para ser un clásico audiovisual que representan de una manera digna y honesta el cine tradicional en un mundo moderno y digital, excelente resultado y merecemos más trabajos como este.
The Northman ya está disponible en salas cinematográficas de nuestro país.
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