Reseña: Avatar: The Way of Water se queda a la mitad entre lo que es y lo que pudo ser

Reseña: Avatar: The Way of Water se queda a la mitad entre lo que es y lo que pudo ser

De pirañas voladoras asesinas, robots asesinos del futuro, un titánico trasatlántico que se hunde hasta seres azules que habitan un lejano planeta, James Cameron ha tenido una prolífica carrera como director y realizador siendo el género de la ciencia ficción en dónde más hemos disfrutado de su trabajo.

Crear una historia, personajes junto con todo un mundo nuevo en un planeta de un futuro distante y que no se haya visto antes no es una tarea fácil, convencer al espectador de que esto es una idea original que suene creíble lo es aún más, ya muy poco nos llega a sorprender y cuando sucede esto se convierte en un éxito en taquilla.

A finales del año 2009 las salas cinematográficas de todo el mundo tenían el gran estreno de la temporada y junto con esto conocimos a los Na’vi que habitan en Pandora, una luna de un planeta llamado Polífemo y con esto una aventura que involucra acción, drama, comedia con un mensaje ecológico muy importante.

Avatar se convirtió rápidamente en un fenómeno muy importante para la cinematografía siendo esta hasta ese momento la película más taquillera en la historia, su director y creador nos prometió más de estas historias pero nunca dijo para cuándo, 13 años después llega la esperada secuela Avatar: The Way of Water planteandonos un panorama completamente nuevo.

¿De qué va la película Avatar, El camino del agua?

Una década después de los acontecimientos de la primera película vemos la historia de la familia que ha formado Jake Sully (Sam Worthington) y Neytiri (Zoe Saldaña) ahora serán  sus hijos los que vivan una impresionante aventura, los problemas que los persiguen, lo que tienen que hacer para mantenerse a salvo, las batallas que libran para seguir con vida y las tragedias que sufren, todo esto por proteger lo que más quieren su planeta y su familia.

Es cierto que 13 años pesan y mucho, más si se trata de un proyecto que dejó a propios y extraños con la expectativa de saber qué más pasaría con estos personajes en futuras historias, también es cierto que en 13 años la tecnología a favor de la cinematografía ha evolucionado mucho y se pueden hacer cosas aún mejores pero eso no lo es todo si no se tiene una trama concreta que logre atrapar al espectador después de más de una década.

Los seres alienígenas no son desconocidos para James Cameron quien dirigió una de las secuelas más aclamadas de una importante franquicia Aliens (1986) en donde un grupo de Marines espaciales tienen que sobrevivir a una horda de seres asesinos, aquí ese concepto cambia ya que son los habitantes de una lejana luna los que deben ahora de sobrevivir ante el ataque de los humanos.

Una de las muchas cosas que sorprende en Avatar: The Way of Water es cómo esa creencia de que puede existir un mundo lleno de maravillas pueda sentirse tan real abordando un tema que ya se ha contado un sin fin de veces, como película no podemos negar que es entretenida, no es una secuela tan directa de Avatar sino un producto completamente nuevo que se basa en lo que ya conocemos y que se replantea así mismo sus propias reglas en su propio contexto, Cameron es muy hábil con los espectadores porque lo que nos presenta ahora es un mundo completamente nuevo con imágenes impactantes, escenas cargadas de mucha acción que todo lo demás a su alrededor se diluye rápidamente.

La historia como tal y al principio lucha desesperadamente por encontrar un equilibrio entre lo que estamos viendo y su predecesora queriendo que nosotros como espectadores nos involucremos de manera inmediata con lo que está sucediendo pero lo hace de una manera narrativamente torpe, es evidente que si han pasado más de 10 años y que ese fenómeno que se dió antes sea muy difícil de repetir y más aún, dirigirlo a una nueva generación, Cameron se preocupa más por seguir construyendo este fantástico mundo que por ese equilibrio entre la historia y lo que audiovisualmente queremos ver.

Recordemos que Jake Sully es un humano que ahora es un Na’vi que vive de tiempo completo en su Avatar y que ahora está felizmente casado con Neytiri con quien ha formado una familia, tienen dos hijos, Neteyam (Jamie Flatters) y Lo’ak (Britain Dalton), una hija llamada Tuk (Trinity Jo-Li Bliss) y que a su vez son los tutores de Kiri (Sigourney Weaver), la paz en la que viven se ve amenazada nuevamente por la llegada del hombre a la luna, la gente del cielo ha regresado para terminar lo que se dejó pendiente, junto con ellos llega un Avatar Na’vi del coronel Miles Quaritch (Stephen Lang) quién fue el villano en la primera parte, su mayor motivación ahora es acabar con todos los Na’vi y vengarse de Jake por ser el responsable de la muerte de su forma humana y quienes lo acompañan son un grupo de ex-humanos ahora soldados Avatares Na’vi que son los principales antagonistas en este proyecto pero no los únicos.

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Avatar: The Way of Water presenta una vez más a los humanos militares y destructores de planetas de este universo como sus verdaderos villanos, pero los motivos que ahora tienen no terminan de ser planteados y concretar algo sustancioso que ayude a la trama a equilibrar su estructura narrativa, no queda muy claro cuál y cómo es el desarrollo de sus nuevos personajes, tampoco queda claro qué es lo que están haciendo para defenderse, todo sucede convenientemente a cuenta gotas porque como espectadores ya sabemos que habrán 2 secuelas más, este recurso de dejar lo mejor para el final aquí no funciona porque entonces traiciona lo que ya vimos en la primera parte que sonaba muy autoconclusiva con vías de contar cosas nuevas.

Lo que muchos imaginamos es que las secuelas serían parte de un universo en Pandora con personajes diferentes en cada proyecto teniendo historias autoconclusivas que presentaran más sobre esta luna y sus maravillas naturales, sabíamos que esta secuela sería en un mundo acuático y esperábamos ver justamente eso un mundo acuático lleno de criaturas fascinantes con personajes nuevos, con razas alienígenas nuevas y diferentes a los Na´vi y que dejaran pendejos a cualquier cosa creada para la franquicia de Star Wars y eso no sucede.

Otro de los puntos que es más que evidente es que a Cameron ya se le acabaron las ideas y toma un recurso que él mismo creó en otras franquicias, diálogos, personajes, secuencias de acción y lo que cambia es el escenario y la tecnología con la que ha sido creado, de una manera poco explicable la trama se adelanta un año completo y tenemos la sensación de que aquí falta algo, una explicación o quizá una película completa, se nos revela que los Sullys y su clan Omatikaya son forzados a salir del bosque y esconderse en las montañas flotantes de Pandora las cuales operan como una especie de refugio rebelde muy a la Star Wars contra los malvados invasores.

Jake toma la decisión de llevar a su familia a otra parte en Pandora, la acción aérea que vimos en la primera parte aquí se sustituye por algo submarino en una región de esta luna dirigida por Tonowari (Cliff Curtis) quien es el líder de un clan llamado Metkayina, la conexión que tiene con Jake es instantánea ya que él mismo es también un padre de familia, Tonowari está preocupado por el peligro que representan los recién llegados a Na’vi y decide ayudar para salvaguardar a su familia y su mundo.

Era de esperarse que una producción como esta contara no con uno sino con varios mensajes morales como la responsabilidad que se tiene para defender lo que se quiere, la unión familiar, la hermandad, el amor, el valor, el feminismo, la lucha contra un adversario implacable, el cuidar el ambiente y la naturaleza, el poder de la fortaleza interna, etc. Si todo esto estuviera bien planteado en el guión escrito por el mismo James Cameron y teniendo un desarrollo concreto las cosas serían muy diferentes y el resultado sería más complaciente.

Nuevamente vemos que la importancia de los seres que habitan esta luna es una prioridad para el material audiovisual, un grupo de cazadores furtivos comerciales de la tierra tienen como misión cazar animales acuáticos sagrados, no podemos negar que las secuencias son impresionantes que como espectadores nos involucran en la acción de algo que sabemos que no es real pero que se siente y se ve como si existiera, esto es un punto muy a favor de la cinta pero que tarda mucho en conectar.

Avatar: The Way of Water toma giros narrativos muy extraños, sabemos que los colonos y científicos humanos fueron expulsados de Pandora al final de la primera película, aquí comienza con su regreso y sus planes maquiavélicos destructivos teniendo como líder al pragmático y despiadado general Ardmore (Edie Falcó), se nos plantea que ya no están por la labor de solamente extraer el unobtainium de la luna sino que plantea algo más profundo porque nuestro planeta está por colapsar y al borde de volverse inhabitable, el plan ahora es colonizar Pandora y terraformar, junto con esto esclavizar o bien deshacerse de sus habitantes porque como sabemos los humanos en el cine de este género no son nada compartidos.

Cameron como guionista y director recurre a dividir este trabajo en 3 actos, el primero es la presentación de los nuevos personajes en un entorno diferente y la llegada de los humanos, el segundo es cuando se empiezan a organizar para lo que se supone que será una nueva guerra y el tercero es la conclusión de los dos primeros, la película cambia el enfoque de sus personajes principales volviendolos secundarios y dejando el cargo a los niños de la región mientras los hijos de Jake aprenden las costumbres del clan del agua en donde aparentemente se quedarán por un largo tiempo, esta secuencia de eventos es larga y aburrida porque mucho dicen pero no concretan nada que sea fundamental para la conclusión, hacen justamente lo contrario de lo que aprendieron.

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Es impresionante lo mal estructurados que están los personajes infantiles, el problema aquí es que ninguno de ellos con la excepción de Kiri recibe más atención al momento de su desarrollo, se supone que el hijo mayor de Jake y Neytiri, Neteyam es quien debe tener más peso en la trama porque también se supone que será el protagonista en las posteriores secuelas mientras que el hijo menor Lo’ak lo describen como el rebelde que siempre se mete en problemas y al que hay que ayudar a salir de ellos, la pequeña hija Tuk está ahí solo para ocupar un espacio y hacer bulto porque ni hace ni deshace nada, la resolución de cómo es que salen avantes de un problema mayor sucede por casualidad, por casualidad hay armas y por casualidad aprenden a usarlas para defenderse, qué casualidad.

El tema de los villanos y sus motivaciones se diluye terriblemente en la trama para dar paso por qué no a las aventuras de los niños contra los adultos malos muy al estilo de Home Alone pero en el agua, todo esto hace que sea una película pretenciosa y aburrida en sus más de 3 horas de duración, porque se nos prometió algo completamente diferente no en lo visual claro está pero sí en lo que podíamos ver y conocer a futuro y esto se siente más como un engaño, hay personajes nuevos mal planteados y regresamos a los personajes de la primera cinta pero ahora a manera de Avatares que quieren infiltrarse de nuevo con los originales y es donde su trama falla.

En cuanto a los efectos especiales no hay queja alguna sino al contrario, vemos la evolución que han tenido en 13 años de espera lo que apreciamos es más sorprendente y podemos decir abiertamente que esto es aquí un paso monumental hacia adelante si la comparamos con la primera película, los Na’vi lucen y se sienten como seres tridimensionales incluso detallaron más en la textura de su piel, sus rostros y expresiones se sienten y se ven más reales, los entornos marinos son sorprendentes y nos hace estar en ese irreal mundo.

El cast cuenta con la participación de Sam Worthington, Zoe Saldaña, Sigourney Weaver, Stephen Lang, Giovanni Ribisi, Joel David Moore, C. C. H. Pounder, Laz Alonso, Cliff Curtis, Jamie Flatters, Britain Dalton, Trinity Bliss, Duane Evans Jr. y Kate Winslet quienes dan vida, voz y movimiento a los personajes que lamentablemente están muy mal planteados y desarrollados lo que concluye en un desperdicio de talento en pantalla.

La música compuesta ahora por Simon Franglen quien sustituye al fallecido James Horner tiene samples de la original en un concepto nuevo que pretende ser más caribeño pero que convence en sus notas y de poco a poco adquiere su propio ritmo y personalidad en un trabajo que termina siendo impecable y muy aparte de la propia cinta.

En conclusión, Avatar: The Way of Water es un proyecto que llegó demasiado tarde a las pantallas de cine y lo que nos muestra no está a la altura de su primera parte en cuanto a su historia, como producto comercial es entretenido pero nada sorprendente, se queda a la mitad entre lo que es y lo que pudo ser, la promesa queda vigente en dos secuelas más que llegarán en 2024, 2026 y tentativamente una quinta parte en 2028, esperemos que todo esto tenga un mejor desarrollo y una más convincente conclusión.

Avatar: The Way of Water ya está disponible en salas cinematográficas en nuestro país y próximamente en Disney Plus


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