Netflix está muy en lo alto con su servicio y por supuesto con sus producciones que tienen relevancia entre sus suscriptores por la situación mundial actual.
El practicante es un ejercicio interesante que mezcla el drama con un thriller perverso con tintes muy a la Stephen King.
En este caso, El practicante es una película original de la plataforma dirigida por Carles Torras con un guión de David Desola, Héctor Hernández Vicens y el mismo Torras. Es una muestra de que las cosas se pueden llevar de una manera sencilla sin tomarse la molestia de ser complejo.
¿De qué trata la película?
Ángel (Mario Casas) es un joven trabaja como paramédico en una ambulancia, vive con su novia Vane (Déborah François) con quién está intentando formar una familia y tener un hijo, sus vidas son aparentemente normales, muy cotidianas aunque dentro de él se esconden diferentes obsesiones que se agudizan luego de tener un accidente que lo deja paralítico estando de servicio. A partir de ese momento su vida tal cual la conocía da un giro y comienza una caída anímica y depresiva hasta el punto de llegar a la locura convertir la vida de Vane y la suya misma en un infierno.
Desde un principio se nos plantea que su protagonista ya tiene comportamientos extraños e inquietantes y como espectadores somos conscientes de por donde van a ir las cosas, veremos agudizados estos comportamientos, de cómo vamos a ser testigos de la decadencia hasta el horror lo que nos mantiene atentos a cada momento y situación porque muy en secreto disfrutamos de algunos de los giros de la trama, la perversión aunque nos horrorice en muchos de los casos resulte poco o muy creíble porque nadie sabe lo que hay en la cabeza de cada uno de nosotros.
La película nos presenta esta situación con un ritmo narrativo muy aceptable, lo que nos hace involucrarnos más con cada uno de los personajes que se van desarrollando lo necesario sin llegar a más, sin explicaciones previas que se resuelven conforme va avanzando la historia, sus aciertos son contundentes a la hora de mostrar la tensión que pueden generar ciertas escenas que son el eje de la historia, en la construcción de un ambiente en el que podemos pensar que todo está en contra para una persona discapacitada en su día a día como el hecho de ir al supermercado y no poder tomar algo de las estanterías superiores, tomar un baño, hacer la comida, etc.
Pero, falta algo que los espectadores notamos de manera inmediata que es unos cimientos más estables, el análisis y el reflejo de toda esa perversión resultaría más complejo y nuestro viaje por este trabajo mucho más satisfactorio no por el hecho de conocer más sino por la necesidad que tenemos de comprender qué es lo que lleva a un ser humano hasta un punto de oscuridad y locura en el que se encuentra Ángel.
Nos queda muy claro que su accidente tiene mucho que ver pero antes de eso ya había un precedente violento/obsesivo en su personalidad como el hecho de robar las pertenencias de los accidentados para luego venderlas o quedarse con algunas como un extraño trofeo, nos falta la respuesta a ese ¿por qué? para terminar de dar forma definitiva a este thriller.
El practicante encuentra una manera sencilla de ver lo aterrador y adictivo casi por partes iguales, un buen trabajo interpretativo por parte de los actores pero aquí es donde está el fallo más grande de este trabajo y es que Mario Casas quien hace un trabajo más que notable, quedó muy grande como actor a este proyecto.
El director Carles Torras trata de llevar las escenas a un punto en donde es el protagonista quién se encarga de trabajar en esos errores y llevarlos al punto de tensión que necesita la trama porque ofrece un trabajo más que convincente, haciendo de este reto su mejor aliado encarnando a un sujeto despreciable que genera repudio desde el momento en el que le conocemos, corrompido por su propia maldad, por su ansia de control, de poder que tan fácil encontramos en los ojos del intérprete, tampoco nos queda muy claro el por qué este trabajo lleva el nombre de “El Practicante” si nunca lo vemos practicar nada, todo ya está previamente planeado establecido y estructurado.
Mario Casas consigue muy fácilmente interpretar a una persona discapacitada desde el momento en el que se sienta por primera vez en la silla de ruedas, se transforma de una manera muy convincente, la película en ningún momento tiene la pretensión de ser correcta y de mostrar las necesidades y desventajas de las personas en una situación similar por el contrario, ya nos dan por hecho que eso sucede y no se detiene en dar explicaciones al respecto.
Lo fantástico de la cinta es que el personaje de Casas llegue a hacer cosas que suponemos no podía hacer como el secuestro, asesinar a sangre fría y planear toda una estrategia para salir muy bien librado de la situación, para el final vemos que las consecuencias de sus actos se tornarán aún más aterradoras cuando tenga que vivirlas en carne propia.
La música de Santos Martínez juega un papel destacado porque sostiene con sus piezas las escenas de tensión muy al estilo de Hitchcock.
El practicante no busca redimir ni justificar sino más bien recordarnos a cada momento que una situación trágica puede llevar a una persona a un estado de locura permanente que sin el elemento de estos actores la película no podría sostenerse por sí misma.
La película ya se encuentra disponible en Netflix.
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