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Reseña de Große Freiheit / Great Freedom es una cruda, cruel y conmovedora historia sobre el amor y las relaciones homosexuales

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Las películas con temáticas románticas que pertenecen a un género definido cumplen con sus propias reglas, un alguien conoce a otro alguien y se gustan, se tratan, se enamoran, sucede algo que pone a prueba sus sentimientos y hay un final feliz, esto lo hemos visto innumerables veces en el cine y la televisión, en historias largas y cortas pero, ¿qué hay de la diversidad cuando se quieren contar sus historias?

Es cierto que los grandes estudios no apuestan mucho por estas tramas que refieren e involucran a la comunidad LGBTTTIQ+ en este caso aún hay muchos tabúes, mucha homofóbia que no ha permitido que producciones de este tipo lleguen a todo el público, la controversial Brokeback Mountain (2005) del director Ang Lee marcó un precedente en las películas de este género pero que lamentablemente no trascendió más allá del mediano éxito que tuvo.

Lo que han hecho ahora es tomar en cuenta a este sector e incluirlos en algunas producciones como personajes secundarios cumpliendo con ser inclusivos, el director austriaco Sebastian Meise presentó su primer largometraje en 2021, Große Freiheit / Great Freedom una producción austroalemana que es un drama que toca temas sensibles en un romance muy poco convencional que sirve de introspección para conocer la vida de su protagonista.

¿De qué va la película?

Basada en hechos reales en la Alemania de la posguerra, Hans (Franz Rogowski) ha sido encarcelado repetidamente a lo largo de 3 décadas (1945, 1957 y 1969) por algo que el gobierno considera un delito, ser homosexual, en su paso por la prisión su deseo de libertad se va destruyendo sistemáticamente; su única relación estable es Viktor (Georg Friedrich) su compañero de celda que conoce desde hace mucho tiempo, su relación ha pasado por mucho y ambos están en la constante búsqueda del amor y la aceptación, una y otra vez será puesto a prueba su fortaleza y su espíritu humano.

El que este proyecto esté basado en hechos reales lo hace más auténtico y honesto en lo que vemos, su historia va más allá de caer en el cliché romántico y trillado a los que nos tiene acostumbrados el cine Hollywoodense, aquí las cosas se plantean como son, no hace nada por romantizar las situaciones y ponerlas tan dulces como se podría esperar, la cárcel nunca ha sido un lugar agradable, se respira desazón, desesperanza, tristeza, violencia, en un entorno sórdido y decadente pero que aún con todo esto puede haber algo bueno seas inocente o culpable de lo que se te acusa.

Durante los créditos de apertura vemos a Hans participando en encuentros sexuales furtivos que lo llevarán a tener antecedentes penales. cuando es detenido y condenado por violar el Párrafo 175 que prohibía la expresión libre del deseo y de los encuentros homosexuales es enviado a prisión por algo que es considerado más que un crimen, es impensable que en una época en la que se ha sufrido una guerra y que está reconstruyéndose no hay lugar ni cabida para personas que gustan de otras de su mismo sexo, la censura que hay en esto se retrata muy bien en esta película que se va tomando su tiempo para revelar que a lo largo de la vida de su protagonista él seguiría regresando allí sin poder ni querer reprimir quién es aunque esto le cause muchos problemas entre los carceleros y los demás internos.

Conforme avanza la trama se nos es revelado que Hans es judío y que su primera sentencia fue dictada inmediatamente después de su liberación de un campo de concentración, sus tatuajes se vuelven parte importante e integral de una de sus dos relaciones más importantes tras las rejas, Viktor su compañero de celda es un hombre homofóbico marginado que cumple una condena por delitos relacionados con las drogas, tan pronto se entera de la preferencia sexual de su compañero comienza a hacerle la vida imposible entre maltratos físicos, verbales y psicológicos.

Desde un principio la trama establece que hay una afinidad entre el deseo prohibido y la adicción a las drogas lo que la pone en una yuxtaposición sumamente problemática y potencialmente violenta y ofensiva pero que se trata con la crudeza que requiere y una respetuosa delicadeza, el punto importante aquí es que ninguno de estos hombres puede ignorar quiénes son y qué papel juegan en la sociedad interna de una cárcel, y no es su culpa que el gobierno opresor se niegue a comprometerse con ellos de una manera más social y aceptarlos como parte de una comunidad a la que tienen derecho por ser ciudadanos, en lugar de eso decide encerrarlos y torturar sus cuerpos y espíritus como una muestra absurda de poder que tienen los más fuertes sobre los más débiles y entonces, los victimarios pasan a ser víctimas de un sistema corrupto que no permite personas con estas características en su nuevo orden.

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La otra relación importante que vemos es entre Hans y un recluso más joven llamado Leo (Anton von Lucke), es conmovedora y considerablemente menos tensa, algo que se acerca más a una historia romántica que ocurre dentro de uno de los peores lugares imaginables, en estas escenas es más imaginativa cuando muestra la relación entre dos hombres que reconocen y comunican el deseo que sienten el uno por el otro y actúan en formas que limitadamente satisfacen su necesidad de amor, sexo y asociación mientras minimizan la posibilidad de que sean descubiertos por las autoridades carcelarias con un juego de lo más discreto, la habilidad que tienen para enviarse mensajes cifrados a través de párrafos en libros, encontrar espacios secretos en donde puedan dar esa libertad de manifestar sus sentimientos.

El juego que existe entre la cinta y el espectador es el hecho de que podamos comprender los aspectos de la compleja psicología de Hans y sus motivaciones, la manera en la que ve el mundo y cómo es que se va relacionado con este, en lo visual no se esfuerza ni mínimamente en replantear cada una de sus ideas, lo que vemos es un trabajo maduro hecho para adultos lo que sincroniza muy bien con el mensaje principal que hay en la relación entre Hans y Viktor, no tenemos que esforzarnos mucho para encontrar los puntos que hay en común entre estos 3 personajes y nos hace más empáticos con ellos y menos ajenos a su propia sensibilidad, se reconocen como seres humanos que se enfrentan a sí mismos y luchan por mantener la cordura sin dejar de ser quienes son haciendo lo mejor que pueden teniéndolo todo en contra.

El final de una guerra no significa que haya libertad para todos, aquí los escritores Thomas Reider y el mismo Meise hacen un gran trabajo de investigación histórica que sitúa su trama justo como debe ser, teniendo los elementos necesarios para entender lo que está representando y hacia dónde nos quiere llevar, se explica de manera simple pero concreta y directa qué es el párrafo 175 y lo definen como una ley que criminaliza la homosexualidad en cualquiera de sus expresiones sean públicas o privadas y bajo qué criterios eran dictadas estas sentencias que abogaban más en contra del individuo que por su libertad de expresión y sus derechos, cada dato, cada concepto y representación histórica están ubicados justo donde deben de estar, no existe como tal un momento actual, la estructura se basa en flashbacks que van narrando los hechos abriendo, desarrollando y concluyendo subtramas hasta llegar a un final conmovedor y entender muy fácilmente que no podría ser de otra manera.

Otro de los puntos que juegan a favor dentro de este trabajo de investigación es el cómo estaba establecido el sistema de orden penitenciario y cuales eran las actividades laborales que cada uno realizaba, Hans es asignado al taller de costura lo que le da la ventaja de tener material para hacer un kit de tatuaje casero que Viktor usara para borrar los números del campo de concentración que tiene su compañero en el brazo, el cuidado que tiene cada uno para que esto no se descubra y queden en evidencia es sumamente imaginativo, algo que sucedió realmente, sucedió realmente, este acto es importante porque define su connivencia y camaradería ante  los guardias de la prisión quienes están prestos a castigar cualquier muestra de individualidad y relación básica golpeando a los presos y encerrándolos en celdas de confinamiento solitario, la decadencia y la miseria que transmite su director nos sumerge brevemente como espectadores en ese mundo, en la oscuridad absoluta que sufren estos hombres, el indirecto mensaje que nos da es que esto es más poderoso y efectivo si lo vemos en una sala de cine que en casa desde una plataforma en donde estamos rodeados de cosas que nos recuerdan que estamos bien.

El que considero que es su principal punto es que la historia no se enfoca y está lejos de querer darnos un mensaje trillado y pendejo sobre la importancia del amor, de la familia, de la amistad, de lo fuerte que puede ser el ser humano en situaciones adversas, que la fuerza de voluntad lo puede todo, no no, aquí las cosas se plantean como son y eso incluye las escenas de violencia que a pesar de ser explicitas no se sienten vulgares pero sí muy crudas lo mismo cuando se trata de tocar el tema sexual, un beso es un beso, el sexo en cualquier expresión es una moneda de cambio en ese lugar en el como, el cuándo y el con quién hacerlo y es algo que sigue sucediendo hasta nuestros días en cualquier parte del mundo.

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Sebastian Meise como director tiene una gran responsabilidad con esta historia y lo que hace que su trabajo sea impecable es que no anda pobreteando a una comunidad minoritaria que ha sido constantemente atacada, los crímenes por odio y homofobia siguen presentes hasta hoy día, tampoco pretende educar con discursos sobre la inclusión y la tolerancia, desde que elegimos verla ya sabemos a qué nos enfrentamos, estamos ante otro tipo de cine que resulta ser más conmovedor y desgarrador sobre forasteros que luchan por sobrevivir en una sociedad que los odia y que quiere que sufran, sabemos que van a sufrir de las maneras más crueles, viles y ruines, sabemos que vamos a ver la miseria humana que hay no entre los presos sino entre quienes son sus custodios, sabemos que su protagonista es abiertamente homosexual y eso no implica estereotiparlo como una loca o un maricón y otras etiquetas denigrantes y ofensivas que son pendejamente equivocadas, vemos a un hombre que le gustan los hombres y tiene sexo con ellos así como vínculos emocionales y sentimentales, sabemos que vamos a ver algo explicito que puede llegar a ser incómodo pero que es real, sabemos que esto es un retrato de lo que fue y es una sociedad que intenta imponer un nuevo orden por sobre lo que ha sido una guerra.

Aquí nadie se burla de otros ni hace mofa de ninguna situación, muestra sin filtros lo que sucede dentro de una cárcel, de como estos personajes son privados de ser ellos mismos, de como se juegan la vida si cometen el más mínimo error, quizá el único mensaje de denuncia que tiene es el de revelar como es la corrupción dentro de un lugar así, es de reconocer que el diseño de producción carece de todo lujo, desde el vestuario, las locaciones, la investigación histórica, el lenguaje que utilizan, son bien empleados a favor de lo que plantea y representa.

Ninguna película es del todo perfecta y lo sabemos bien, su fallo puede radicar en que si  no estamos acostumbrados a ver este tipo de cine nos puede parecer que su narrativa se sienta fragmentada y desorganizada, nos lleva de un lado a otro en tres períodos de tiempo diferentes, cada uno con su propia personalidad y contexto histórico lo que nos puede resultar incómodo en escenas que carecen de la fuerza que deberían tener en una narrativa más directa, algo que afecta el desarrollo de los personajes secundarios a favor de la evolución de sus protagonistas, tiene solidez en su argumento lo que ayuda a que sus aspectos audiovisuales sean técnicamente impresionante, su contenido temático no está dirigido a una audiencia específica pero sí es de lo mejor que se ha hecho en mucho tiempo.

Una parte fundamental para esta cinta es el cast, Franz Rogowski, Georg Friedrich, Anton Von Lucke y Thomas Prenn saben perfectamente bien lo que deben hacer y cómo hacerlo, en el caso de Rogowski es el tipo de actor que vive sus personajes con intensidad, compromiso físico, cualidades y calidez que engrandece mucho lo que hace, esto es el claro ejemplo que tenemos a buenos actores en manos de un buen director que sabe como desarrollarlos de principio a fin dándoles una estructura compleja y concreta para lo que quiere y como lo quiere.

La música compuesta por Nils Petter Molvær y Peter Brötzmann es simple y rustica, sutil y fuerte como se requiere, cada pieza cae más en lo sórdido y decadente que acompaña perfectamente bien cada escena.

En conclusión, Great Freedom es una película que no necesita comunicar más allá de lo que necesitamos saber, plantea de manera concreta cada uno de sus puntos sin llevarlos a un grado extremo y exagerado que rompe con paradigmas del género que la ocupa siendo ya un clásico del mismo, una representación cruda y cruel así como conmovedora que merece la pena de ver.

Great Freedom ya se encuentra de estreno en algunas salas de arte en nuestro país. 

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