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Reseña: Winnie the Pooh: Blood and Honey, ridiculiza más de lo que entretiene

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La idea de que personajes clásicos se vuelvan su propia némesis es muy atractiva, cuando sucede que puedes llevarlo a un medio audiovisual y definirlo en un género específico pasa a ser interesante.

Visto está que cualquier personaje se puede moldear según las necesidades del guión y estos pueden vivir cualquier tipo de situación  sea para bien o para mal puede o no tener éxito, depende en gran parte de su enfoque y lo que se nos quiera contar.

Una cinta británica independiente causó expectación entre propios y extraños, el productor y ahora guionista y director Rhys Frake-Waterfield es el encargado de llevar a la gran pantalla la cinta Winnie-the-Pooh: Blood and Honey aprovechando que los derechos de este personaje ahora son libres y el giro que le da lo saca de todo contexto conocido.

¿De qué va la película?

A diferencia del cuento clásico Christopher Robins (Nikolai León) ha crecido y ha dejado el bosque de los cien acres para ir a la universidad dejando a sus fantásticos amigos para iniciar una nueva vida como adulto Winnie the Pooh y Piglet pasaron de ser  tiernos a convertirse en psicópatas asesinos después de que fueran abandonados por quien creían que era su mejor amigo.

La trama podría sonar a que es una broma, a que todo esto no es en serio pero es justamente todo lo contrario, ese proyecto se anunció en mayo de 2022 y de inmediato llamó la atención al tener como protagonista slasher a un personaje que ya es un icono infantil para varias generaciones.

Puede ser bizarro y hasta retorcido que esta versión para adultos sea llevada al extremo y causar con esto opiniones divididas, era de esperarse que recibiera pésimas críticas por su estructura pero sobre todo por ser independiente y de bajo presupuesto, dentro del equipo que hizo esto posible nadie imaginaba que fuera a tener un éxito moderado más específicamente en los fans de este género.

Para ser honestos el que haya sobresalido se debe más al morbo y a como se manejaron las cosas desde un principio, supieron aprovechar muy bien la promoción de boca en boca y lo que pueden hacer las redes sociales para llamar la atención, un proyecto que concretó su idea desde un principio y del cuál parecía no tener ni pies ni cabeza, hay que recordar que su simpleza en su propio contexto es lo que más ha atraído a quienes disfrutan de este tipo de trabajos.

Winnie-the-Pooh: Blood and Honey deseaba urgentemente tener un lugar en la categoría es tan mala que es buena mostrando como es que este personaje tan tierno y adorable que todos conocemos se convirtiera en un sádico psicópata asesino junto a su amigo Piglet quien ahora es un devorador de rostros, esta película pretende ser un recuento terrorífico de los libros de Winnie-the-Pooh escritos por A.A.Milne y dibujados por  E.H. Shepard respetando el canon que se ha venido manejando desde 1926.

Christopher Robin se ha ido a la universidad, 5 años más tarde regresa a casa para descubrir que sus grandes amigos de la infancia ahora se han convertido en asesinos que odian a los humanos, y desde este momento sabemos por dónde van a ir las cosas, la estructura de sus personajes toma como base la idea de que tras sentirse abandonados se puede caer en una depresión autodestructiva, engendrar y desarrollar un odio por todo aquello que les recuerde lo que han perdido y tratar de destruirlo no para sentirse bien sino para tratar de acabar con todo.

Esto no funciona del todo como película de horror gore ni tampoco como una comedia con situaciones incómodas, podemos decir que es demasiado blanda para llegar a ser algo notable y aportar algo al género que la ocupa, es cierto que de ser tan mala es buena porque todo lo que vemos como espectadores está hecho a propósito, secuencias mal iluminadas que constantemente nos obligan a  prestar más atención en lo que está sucediendo, en cuanto a las muertes van teniendo un desarrollo que parte de lo que sugiere a lo explícito.

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Entendemos que al tener un bajo presupuesto se haga lo que se pueda con lo que se tiene, aquí Winnie (Craig David Dowsett) y Piglet (Chris Cordell) son representados como botargas más que como seres fantásticos lo que le da un tono que no se puede definir del todo como cómico o siniestro pero que sí logra tener un impacto visual, podemos ver las orejas redondas y la nariz chata de Pooh en tomas ominosas donde se supone que están representando un homenaje a Jason Voorhees o Michael Myers con un overol rojo y una máscara de goma que tiene marcada una especie de sonrisa perversa.

Hablar a profundidad de una trama tan simple sería perder el tiempo, es evidente que el guión está hecho al servicio de los asesinatos, no justifica ninguna de las acciones que toman los personajes ni tampoco simpatizamos mucho con ellos, no hay aquí un punto de conexión entre ellos y nosotros como espectadores y aunque son puestos como imponentes psicópatas, pero la realidad es que nos hace desear que como película se esforzara más en captar la atención de una forma simétrica estableciendo sus propias reglas lo mismo que una narrativa más lineal que vaya acorde con el guión, no solo se trata de matar por matar.

Todo esto cae en que las acciones y las motivaciones del odio que sienten estos supuestos animales imaginarios unidimensionales por el humano están hechas solamente porque sí, porque lo pueden hacer, sus escenas sangrientas se ven tan falsas que de inmediato caen en el humor incómodo e involuntario pero se entiende que su presupuesto no puede cumplir por completo las expectativas a las que estamos acostumbrados a ver en grandes producciones, hay cinco mujeres  que se han reunido en una cabaña remota por qué no cerca del territorio y como es de esperarse y al no tener más recurso son víctimas del sadismo de Pooh y Piglet.

Su director, productor y co-guionista Rhys Frake-Waterfield no se toma la más mínima de las molestias en pretender que le sigamos la corriente con la trama que nos está presentando, toma elementos que se dan por casualidad para tratar de hilarlos con lo que va a suceder, por ejemplo, sabemos con antelación que una de estas mujeres está traumatizada a causa de un hombre que la acecha en la ciudad y una manera de lidiar con esto es ir de paseo con sus otras cuatro amigas a pasar un fin de semana en una cabaña lejos de lo que le atormenta solo para encontrarse que lo que vivirá antes de morir será aún peor.

La mezcla entre los elementos clásicos, la modernidad de la vida cotidiana y los constantes “homenajes” que hace al género slasher hace que no tenga una personalidad definida y que esto la lleve a estar oscilando entre una cosa y otra, todo sucede muy fácil y por casualidad, objetivos fáciles para las sorpresas más fáciles, como sucedía en los años 70 las mujeres son sumamente crédulas por ende estamos destinados a reírnos de cada mala elección que hacen estos personajes para tratar de sobrevivir, es qué vamos, esto es tan estúpido que se caricaturiza a sí misma.

De esto pasamos a verlo desde la perspectiva de los asesinos que acosan, persiguen y aterrorizan  a estas mujeres, ni siquiera tenemos una buena secuencia de muertes y ver esto se vuelve incómodo y más cuando todo se vuelve tan obvio, es de agradecerse que aquí no se hayan tomado la molestia de plantear un discurso moralista y feminista, las cosas van al punto y a lo que sigue, no se toma en serio así misma.

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La promesa de que esta película parezca vertiginosa y asquerosa no se cumple y más sin en cambio cae en ser demasiado incómoda, las escenas de terror y de persecución son demasiado prolongadas con un ritmo narrativo extraño que no se identifica a sí mismo, así como muchas escenas improvisadas donde el acoso y gritos de ayuda son sumamente exagerados en las que todos están atrapados esperando su muerte y una visión narrativa más grande para completar el chiste gráficamente explicito que esto conlleva.

Hay que mencionar que una escena que carece de toda autoconciencia cinematográfica en donde se nos muestra a Piglet asesinando con un mazo, la configuración más que ser tensa es más bien divertida y todo lo que vemos después en este proyecto tiene ese defecto desconcertante que hace que sus  85 minutos de duración sean aburridos con algún tinte de comedia.

No hay mucho que decir sobre su carente diseño de producción y sus inexistentes efectos especiales, todo es tan artesanal que se jacta de serlo a cada momento, Christopher Robin como personaje que es pieza clave en todo lo que está sucediendo brilla pero no por ser un héroe sino por su ausencia, a ratos olvidamos de que él existe, a ratos esto se transforma en un trabajo amateur que bien podría ser un reel o un video corto en alguna plataforma pública, el entrar y salir constantemente del concepto que tiene es lo que la saca completamente de ritmo, no consigue en ningún momento estar a la altura de su primicia y podemos decir que como un rumor o un chiste de la internet hubiera funcionado mejor.

Su guión es tan deficiente que no hay un solo giro de tuerca interesante y ya encaminados hacia el final vemos que efectivamente las cosas no tenían ni pies ni cabeza es más, nunca supieron como resolver todo este conflicto y dejando esto para continuarlo en una secuela que ya está confirmada y que al parecer pretende tomar la idea para crear su propio universo de horror estúpido en el que puedan interactuar estos personajes literarios siendo Peter Pan el siguiente en la lista.

El cast lo encabezan Nikolai Leon, Craig David Dowsett, Chris Cordell, Maria Taylor, Natasha Rose Mills, Amber Doig-Thorne y Danielle Ronald quienes evidentemente no se esfuerzan en llevar más allá a sus personajes dado que carecen de una base sólida y de un guión excesivamente limitado de la cuál puedan partir para hacer esto más destacable.

La música compuesta por Andrew Scott Bell complementa el chiste de lo que audiovisualmente presentan, y este ejercicio es interesante porque la cinta va por un lado y la música por otro sin que encuentren un punto en común.

En conclusión Winnie-the-Pooh: Blood and Honey es un capricho de Rhys Frake-Waterfield por recrear a personajes clásicos en un ambiente bizarro y lleno de morbo, una cinta que no cumple ni siquiera con divertir y entretener pero que satisface el morbo, proyectos como este que no aportan nada son simplemente para establecer que con un poco de dinero y utilizando los recursos que actualmente tenemos en las redes sociales se puede hacer cualquier cosa.

Winnie-the-Pooh: Blood and Honey ya está disponible en algunas salas cinematográficas de nuestro país.

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