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Reseña de Apollo 10½: A Space Age Childhood es mucho más que una película infantil

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Las películas animadas suelen causar expectación y más en los últimos años, la tecnología avanza día a día y este género la tiene muy a su servicio ya sea en pantalla grande o chica, es muy disfrutable ver historias que nos llevan a esos mundos infinitamente imaginarios en donde los protagonistas viven un sin fin de aventuras.

Es bien sabido por todos que Disney ha encabezado por muchas décadas este género pero, ¿que hay de aquellas producciones que presentan otros estudios? Tenemos el caso de blue sky que ha tenido éxitos comerciales como la franquicia de Ice Age, Río y The Peanuts Movie que han sido del gusto y agrado de propios y extraños.

Ahora las plataformas de streaming se suman a esta contienda con proyectos muy interesantes, Apollo 10½: A Space Age Childhood es un claro ejemplo de lo que se puede hacer en este ámbito al contar con una buena historia y una impecable animación, no es de sorprendernos que en estos tiempos nosotros como espectadores busquemos cosas diferentes.

¿De qué va la película?

Un hombre comparte fragmentos de su vida como un niño de 10 años en Houston en el año de 1969 y entrelaza historias de nostalgia con un relato fantástico de un viaje a la Luna, una aventura de la era espacial ambientada en el contexto de la misión lunar Apolo y que a su vez se inspira en la infancia de su director Richard Linklater.

La premisa es interesante, no es un documental como tal pero aborda pasajes verídicos de la infancia de Richard Linklater quien fuera nominado al Oscar por mejor guión adaptado por la película Before Midnight, aquí tiene mucho que contar desde los ojos y la inocencia propia de un niño de su edad, sus sueños e ilusiones, de cómo era su vida en esos años y los cambios que le tocó vivir.

Empezamos viendo a este niño, un estudiante de cuarto grado que imaginariamente se ve involucrado en una misión secreta de la Administración Nacional de Aeronáutica y del Espacio, ¿cuántos de nosotros no soñamos de niños en poder ir al espacio? y esto sucede en un momento previo a la misión del Apolo 11, Stan (Milo Coy) reside y pasa sus días en un suburbio de Houston cuando es visitado y reclutado por dos agentes del gobierno para convertirlo en un protoastronauta que tendrá como misión probar un cohete experimental antes de la misión estelar que llevará al hombre a la luna.

Si pensamos que esto puede ser absurdo, echémosle un vistazo a nuestras fantasías infantiles, Linklater logra presentar la historia de Stan de una manera muy convincente y afectuosamente nostálgica con un tono fantasioso muy propio de este género. Como película tiene muchos puntos a favor, uno de ellos y el principal es que esto puede apreciarse desde muchos puntos de vista, desde la historia real hasta la fantasiosa, así como su entorno que ha sido fielmente retratado hasta el punto de retratar cómo era la sociedad en el final de esa década, así los cambios sociales y políticos que se llevaron a cabo en un período muy corto de tiempo, es evidente que el mensaje que nos da es de amistad, amor a la familia y la perseverancia, el nunca perder el ideal que se tiene desde niño y hacer todo lo posible por cumplirlo y si no al menos tener la idea de que se pueden hacer grandes cosas.

Aquí no hay un mensaje directo y descarado porque desde el principio sabemos qué es lo que estamos viendo y que esto va implícito en todo el metraje, que esto no es una animación convencional como estamos acostumbrados a ver, ese es otro de sus puntos más fuertes sino que el mejor, esto ha sido posible gracias a la técnica de Rotoshop, un programa de edición de gráficos creado por Bob Sabiston, su director ya había usado esto antes en la película Waking Life esto es básicamente un escaneo cuadro por cuadro que utiliza fotogramas clave vectoriales e interpola automáticamente los fotogramas intermedios para dar un resultado que pareciera una acción real caricaturizada pero lo que vemos aquí llega al siguiente nivel de esto, las texturas y colores se sienten reales, cada cosa hasta el más mínimo detalle tiene su propia personalidad, es como si estuviéramos observando una obra de arte moverse de manera muy natural como si fuera una extensión de nuestra realidad.

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Prácticamente toda lo que vemos es una narración con una voz en off del mismo Stan siendo adulto (Jack Black) por momentos llega a ser más verbal que cinematográfico pero es porque así está estructurado su guión las imágenes están al servicio de los diálogos, sin este elemento la película tendría un significado completamente diferente, es inevitable no sentirnos identificados con esto y relacionarlo con una serie de finales de la década de los 80 The Wonder Years que a lo largo de 115 episodios tenía este mismo formato biográfico.

Es muy agradable de ver que esta cinta cuenta con una lógica onírica que no se toma molestias innecesarias que distingan los hechos reales de la ficción, la realidad de los vuelos espaciales a la fantasía, el hecho de revisitar esos días felices y recordando las simples alegrías y el fastidio que conlleva ser un niño en un momento específico que cambiaría la historia de la humanidad.

La forma en que su creador accede muy fácilmente a su subconsciente es impresionante, invoca diferentes elementos como la música y las glorias pasadas que persisten en el recuerdo de cualquier adulto, un elemento básico y constante de muchas de sus películas, muy a su manera y su estilo este trabajo podría verse como una precuela de su adultez, sin embargo, la insistencia de la película está en el hecho de preservar la inocencia de esa época incluso cuando admite que Stanley era el típico niño blanco que vivía en tiempos tumultuosos y difíciles, lo que hace que esto destaque y encuentre un nuevo valor en sus diseños incluso en su animación.

Visualmente la película es impecable incluso en esas pequeñas imperfecciones la que hacen más atractivo este proyecto, las iteraciones digitales computarizadas como esta es lo que más se necesita para alejarnos de todo lo tradicional que hemos visto, la paleta de colores llena la pantalla de una plausible vitalidad y calidez muy difícil de llevar a cabo si no es sostenida por una buena narrativa que encuentre en sí misma el ritmo hasta en las cosas más mundanas y simples como un programa de televisión o los juegos en la calle con los amigos o los problemas familiares, hablar de que tiene fallos es lo menos importante, todo lo que aquí vemos ha sido cuidado y procurado para que parezca que podemos llevar nuestra vida pasada a un medio como este.

Por un rato podemos olvidar la facilidad que es vivir en un mundo normal como el nuestro en donde los problemas no importan mucho, nos traslada como espectadores a vivir recuerdos de nuestra propia infancia y a lo que hacíamos en esos años, es cierto que la tecnología nos  ha facilitado el vivir día a día y probablemente los niños de ese entonces no se imaginaban lo que habría en años venideros pero sin eso, la vida se disfrutaba sin eso y todos sin excepción superamos esa etapa y pasamos a otra y a otra y a otra, eso es justamente lo que esta película nos quiere decir tan bellamente a través de los ojos de un niño, su experimento nostálgico no es al azar ni por moda es más que una simple evocación, se esfuerza por trascender por sobre cualquier producción del tipo y rompe con una facilidad esos límites impuestos por las propias reglas del género y nos reconecta como espectadores con nosotros mismos y con quienes nos rodean.

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Esto es nostalgia pura de una infancia que ya no existe y que a muchos de nosotros nos tocó vivir, algo que ya no es hoy en día, hemos cambiado todo eso por un mundo virtual lleno de redes sociales, esto no es una carta de amor al género y no sé a quién se le ocurrió un término tan pendejo para definir lo que hacen los demás, esto te crea la nostalgia personal sobre cosas que no vivimos pero que conocemos y que nos han platicado una y otra vez, la autoindulgencia de revivir anécdotas a detalle es un lujo que puede darse su director permitiéndose el placer de revivir sus recuerdos y es muy directa a lo que va y a lo que quiere contar según su propia óptica.

La película nos hace reflexionar como espectadores y nos despierta la manera de cómo hablar de nosotros mismos a los demás, lo que contamos y queremos decir es importante y nos preguntamos ¿como podemos compartirnos de forma en que los demás se sientan identificados con nosotros sin auto realizarnos? esto muy pocas películas lo han logrado de una manera fiel y sencilla, que no hagan pensar al espectador ni llevarlo a donde cree que quiere ir.

Y lo mejor, esta producción tiene tanto que contar que bien podría ser una serie de varios capítulos en donde se explore más a fondo las sub tramas de los demás personajes o bien explorar el cambio de un niño a adolescente en una nueva década en este caso los años 70 y los cambios que conlleva, los primeros amores y las decepciones, la muerte de los seres queridos y el descubrimiento de una propia identidad, de cómo este grupo de amigos se enfrenta a la responsabilidad de ser un adulto, hay tanto por contar que 98 minutos son insuficientes, es de este tipo de películas que no queremos que terminen y de la que queremos seguir viendo y conociendo más.

El elenco de voces tiene a Jack Black, Glen Powell, Milo Coy, Josh Wiggins, Lee Eddy, Bill Wise, Natalie L’Amoreaux, Jessica Brynn, Sam Chipman, Danielle Guilbot y Zachary Levi quienes hacen un estupendo trabajo, cada uno aporta esa calidez y sencillez a cada uno de sus personajes, los viven, los sienten y lo que transmiten es impresionante.

La música cuenta con canciones propias de la época, Creedence Clearwater Revival, Johnny Cash, Lawrence Welk, Glen Campbell y Pink Floyd, cada una de estas piezas tiene su momento justo y preciso, el score compuesto por Alan Tyler complementa toda esta aventura con sus típicos sonidos retro.

En conclusión, esta película es una joya en sí misma, un trabajo impecable que merece más que un aplauso, merece ser reconocida como la que en este año ha aportado y enriquecido más al género que nos ocupa que todas las demás en años, ojalá que esto no se pierda y caiga en el olvido, que haya más trabajos así que no compitan por ser el mejor sino que le den al espectador una experiencia nueva y diferente.

Apollo 10½: A Space Age Childhood ya está disponible en la plataforma Netflix.

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