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Cosmic Sin es un pecado para la ciencia ficción futurista

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La ciencia ficción futurista suele ser espectacularmente visual más en los detalles, vemos mundos creados con referencias a la actualidad que resultan muy nostálgicos, cuando como espectadores exploramos estos trabajos queremos sentirnos emocionados de ver cómo será la vida cuando ya no estemos.

Abordar historias en futuros muy lejanos conlleva una gran responsabilidad de hacer un buen trabajo de investigación para que lo que se esté creando resulte convincente o bien estemos tan inmersos en sus historias que se nos olvide que este dato es relevante.

Cosmic Sin es un extraño experimento que aborda este tema de una manera menos personal pero que pretende hacer homenaje a películas muy clásicas como Alien Resurrection (1997) o Balde Runner 2049 (2017) pero rediseñando su propia estructura.

¿De qué va la película?

Una sociedad futurista en el año 2524 se ve afectada por un evento sin precedentes que podría cambiar el destino de nuestro planeta para siempre, es aquí donde un equipo de científicos y un grupo rebelde deberán unir fuerzas y todo el recurso con el que cuentan para protegernos de una raza alienígena hostil que ha llegado al planeta con el poder suficiente para infectar y controlar a los seres humanos.

La idea es interesante aunque sumamente trillada y llena de clichés, Cosmic Sin es un buen ejemplo de que el género de ciencia ficción está sobre explotado en nuestros días, este trabajo se parece más a un videojuego que a una superproducción.

Dirigida por Edward Drake (Animals) quien también coescribió el guión junto Corey grande trata de abordar este tema de una manera desesperadamente convincente, el pésimo guión que tiene es desconcertante en muchos momentos porque abre subtramas que no llevan a ninguna parte y que se siente que están a propósito para justificar los 88 minutos que dura, una falta total de coherencia en la narración durante este tiempo, busca sentar las bases de un escenario futurista que cumpla con las reglas de la ciencia ficción, lo que sugiere que lo visual debe estar acorde o al nivel de la historia, la Tierra en el año 2524 no se ve ni mucho menos se siente diferente a lo que estamos viviendo hoy excepto por los robots y los autos voladores que no solo representan la evolución de la tecnología sino que es una descarada referencia a que en el futuro las cosas deben obligadamente ser así.

El protagonista de esta historia es James Ford (Bruce Willis) un líder militar retirado a quién le encargan un último trabajo, con el descubrimiento de una nueva civilización alienígena en otro planeta la película nos plantea que los humanos comienzan a colonizar otros planetas en el año 2100 pero, estos no son extraterrestres amigables porque lo que buscan es venir a nuestro planeta, conquistarlo y dominarlo para hacer con esto una extensión del suyo, algo que suena muy bien si estuviera medianamente bien llevado pero que contiene una sorpresa que no sabemos si es buena o mala en su estructura.

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Si vemos este trabajo en el contexto de que nada aquí es en serio y que lo absurda que pueda ser homenajea de manera directa a una película de serie B, su ritmo es lento, su narrativa está llena de incomprensibles diálogos técnicos entre militares y médicos, chistes sexistas mal ubicados que más que hacernos reír para romper un poco la tensión nos resultan sumamente incómodos porque para empezar no tienen razón de ser y mucho menos aportan algo a la trama.

Por si fuera poco, los personajes determinan que deben eliminar a los alienígenas con un dispositivo de sonido altamente avanzado llamado la bomba Q, que por alguna razón que desconocemos presenta una pantalla digital roja y anticuada, Ford y su equipo dan un salto cuántico al planeta boscoso de Ellora para detonarla y eliminar de raíz a estas criaturas antes de que puedan venir a la Tierra y matar a toda la humanidad lo que puede ser un mensaje sumamente equivocado sobre el genocidio, pero como el guión en sí mismo es una mierda no podemos saberlo con certeza porque todo queda a medias.

Nos queda claro que el guión aboga porque ninguno de estos personajes está preparado para el hecho de que los extraterrestres son capaces de tomar cuerpos humanos de manera efectiva habitando los cadáveres de sus víctimas, no tiene ningún sentido explicar este hecho: el pecado cósmico es un desastre cósmico. Por un lado, el guión está por todas partes, con la configuración básica aparentemente cambiando de una escena a otra y. La dirección de Drake es igualmente atroz: no tiene idea de cómo escenificar ni siquiera los elementos más simples de la película, ya sea un tiroteo, un momento dramático o una escena emocional.

El título evoca a que es un pecado contra el cosmos acabar con una civilización, como espectadores pensaríamos que este tema sería mejor abordado y explorado dando un mensaje social pero más religioso acerca del respeto por la vida y que de alguna manera justifica las acciones de su protagonista, para finalmente se aproveche todo su recurso y nada de eso sucede, es muy frustrante que siendo una buena idea nada de esto se cumpla y nos demos cuenta de lo engañoso que es su trailer.

Los efectos especiales no son ni medianamente espectacularmente visuales, son ridículamente cursis y fuera de época, a ratos podemos sentir que lo que estamos viendo pertenece a una serie de televisión de los años 90’s, en otros momentos esperamos ver algo moderno y reluciente, que explique de alguna manera lo que estamos viendo pero eso no sucede.

El cast encabezado por Bruce Willis, Frank Grillo, Brandon Thomas Lee, Perrey Reeves, CJ Perry y Lochlyn Munro intentan desesperadamente de desarrollar a sus personajes de la nada porque es claro que no tienen bases para hacerlo y quedan solo como el bueno, el malo, el feo, el chistoso, la romántica, la inteligente, el ttaidor y el tonto que no sabe nada pero que todo reesuelve, lo que aquí sorprende es que Willis en ningun momento brilla como la estrella de acción que fue en películas como Die Hard (1988) The Fifth Element (1997) o Armaggedon (1988) y queda solo como un personaje sumamente plano y genérico.

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En cuanto al vestuario podemos quejarnos más, nada de lo que vemos se úbica en ese distante futuro donde todo debe ser decadente pero tecnológicamente útil aquí eso carece de sustancia, los cascos y las armaduras que usan los viajeros espaciales para saltar de un planeta a otro se ven falsas y muy poco creíbles, y la esplocación que dan para esto es de lo más estúpido, el maquillaje de estos seres alienígenas no es nada convincente y mucho menos se siente real o con una textura definida que les de una personalidad propia y peligrosa.


La acción está tan mal llevada que nunca entendemos qué es lo que realmente están haciendo, las tomas rápidas intentan disimular los fallos del débil guión apoyándose en ese recurso para hacerlo más espectacular, disparos interminables y sin sentido que solo están como relleno visual.

La partitura musical a cargo de Scott Glasgow (Robotech: The Shadow Chronicles) es lo más rescatable de la cinta, él es el único que entiende que entre lo absurdo que es haya algo que sea serio y destaque y la ponga a un nivel más aceptable, sus composiciones son ágiles y versátiles en los momentos que se necesita pero que no es tan aprovechada con la mala dirección y lo que vemos en pantalla.

En conclusión, Cosmic Sin como película tiene enormes fallos desde el inicio que culminan con algo sumamente absurdo que no tiene el menor valor de entretenimiento y que nos queda claro que como franquicia esto ya es un fracaso que queda solo como una experiencia de lo que pudo ser y no fue.

Cosmic Sin tendrá su estreno antes de fin de año  en la plataforma de Netflix.

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